Servindi, 5 de setiembre, 2013.- El 5 de septiembre de cada año
se celebra el Día Internacional de la Mujer Indígena, fecha escogida en
homenaje a Bartolina Sisa, una valerosa mujer quechua que fue descuartizada por
las fuerzas españolas durante la rebelión anticolonial de Túpaj Katari en el
Alto Perú.
La fecha se instituyó en 1983 durante el Segundo Encuentro de
Organizaciones y Movimientos de América realizado en Tiahuanacu, Bolivia.
En esta oportunidad compartimos un artículo sobre la vida, obra
y muerte de la notable lideresa publicado en el periódico Cambio de Bolivia:
La vida, obra y muerte de la lideresa
indígena Bartolina Sisa, como ejemplo de lucha por la emancipación del yugo español,
junto a su esposo Túpac Katari, es narrada en un trabajo de la Confederación
Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Bolivia, que lleva el
nombre de la mártir.
El historiador Nicanor Aranzáes,
citado en el folleto La Historia de Bartolina Sisa, menciona que Sisa nació el
25 de agosto de 1750 en la provincia Loayza del departamento de La Paz.
Fue hija de José Sisa y Josefa
Vargas, originarios del Alto Perú, que vivían del comercio de la coca de los
Yungas y de la tela o bayeta de la tierra, para liberarse del sometimiento al
que estaban condenados todos los pueblos originarios de esas tierras.
Ante esta realidad, la familia Sisa
se trasladó a la Villa de Sica Sica. “Es ahí que junto a sus padres Bartolina
adquirió la experiencia en el rubro del comercio, logrando independizarse a los
19 años”, menciona el folleto.
Durante sus viajes por muchas
ciudades, pueblos, comunidades, minas, cocales, Bartolina Sisa Vargas conoció
la realidad en la que vivían los pueblos andinos.
Es así que observó el sometimiento,
la explotación, las ofensas y el abuso que sufrían sus hermanos indígenas por
parte de las autoridades, los blancos españoles.
Esta realidad —agrega la
investigación— genera una “convicción de protesta contra todo el sistema
colonialista de explotación de la entonces joven Bartolina Sisa.
Relación con Julián
Apaza
Julián Apaza (Túpac Katari), que
luego se convertiría en el esposo de Bartolina Sisa, también fue parte del
comercio de la coca, luego de estar dos años en el trabajo forzado en la mita
en las minas de Oruro. En uno de sus tantos viajes y frecuentando los mismos
lugares, se conoce con Bartolina Sisa.
Bartolina fue descrita por algunos
historiadores como una mujer aguerrida que dominaba el kurawa (onda) y el
fusil. Sabía montar caballo, era joven y de piel morena, atractiva, esbelta y
de ojos negros, y muy inteligente. Mientras que Julián Apaza era un
hombre de buenas condiciones físicas y una inteligencia notable.
En 1772, ya casados, tuvieron el
primero de sus cuatro hijos (tres varones y una niña). Según el historiador
Alipio Valencia Vega, el primer hijo fue capturado en Perú por el brigadier
Sebastián Segurola, en 1783, y se cree que posteriormente fue asesinado. Los
otros llegaron a sobrevivir y cambiaron de nombres y apellidos.
Virreina
Bartolina Sisa, que además era hábil
para las actividades de la campaña rebelde, desde el primer momento, ya que
contaba con la total obediencia de los indígenas sublevados.
Antes del cerco a La Paz, rumbo a al
liberación de su pueblo, Sisa fue nombrada Virreina y Túpac Katari Virrey del
Inca. Con ese título, Bartolina organizó
campamentos militares durante la sublevación en El Alto, en Chacaltaya; en
Killi Killi; en el Calvario; en el valle de Potopoto y en las alturas de
Pampahasi.
La rebelión
Al enterarse Julián Apaza de los
levantamientos y de las posteriores ejecuciones de los hermanos Katari en
Chayanta (Potosí), y de José Gabriel Tupac Amaru, en Tinta, decide tomar un
nombre de guerra y se hace llamar Túpac Katari.
En marzo de 1781 comienza el
levantamiento en Ayo Ayo. La táctica de lucha era el cerco y reúne 40.000 hombres
para sitiar la ciudad de La Paz. En julio, el número de insurgentes se duplicó.
Los principales cercos estaban en El
Alto y Pampahasi comandados por Túpac Katari y Bartolina Sisa, respectivamente.
Los primeros asaltos causaron
enfrentamientos entre el ejército español y el indígena. Los indígenas tenían
superioridad numérica y españoles contaban con armas de fuego.
El 17 de mayo, Sebastián Segurola, al
enterarse de que en Pampahasi comandaba una mujer, envió un ejército para
romper el cerco. Sin embargo, Sisa resiste y logra triunfar.
Después de tres meses de cerco y sin
provisiones, el ejército español comenzó a debilitarse por hambre, y la Real
Audiencia de Charcas, al enterarse, envía 1.700 hombres para destruir el cerco.
El 30 de junio, los ejércitos indios
se replegaron sin oponer resistencia y los españoles empezaron a instigar a la
traición y a ofrecerles el indulto si entregaban o delataban a los cabecillas
El 2 de julio, Bartolina se traslada
desde El Alto hasta Pampahasi a causa de ese rumor.
Desciende por Tembladerani llega
hasta Sopocachi y ahí algunos de sus acompañantes que habían hecho contacto con
los españoles la traicionan. La toman presa y la entregan a cambio del indulto,
que finalmente no les fue concedido.
En la prisión fue torturada y
humillada por el brigadier Sebastián Segurola para obtener información. Pese a
las agresiones, Sisa no reveló ningún dato. Según Valencia Vega, Sisa, estando en
prisión Túpac Katari, restablece el cerco.
Muerte de Bartolina
Sisa
Durante el segundo cerco, Túpac
Katari intentó liberar a Bartolina a través de varios intentos, tanto bélicos
como pacíficos. Ofreció intercambiar a Sisa con el cura Vicente Rojas e incluso
con él mismo.
El 17 de octubre llegó un ejercito de
7.000 hombres al mando del sanguinario José de Roseguín, desde Buenos Aires,
para romper el cerco.
La batalla fue encarnizada, pero la
superioridad en armas hizo que Túpac Katari se repliegue hasta Peñas.
Posteriormente se movilizó hasta
Chinchayo, donde fue apresado a las 02.00 de la madrugada del 10 de noviembre
por la traición del primo de Bartolina, Tomás Inca Lipe, que era su más
apreciado y cercano colaborador.
El 14 de noviembre, Bartolina Sisa
fue obligada a presenciar el descuartizamiento público de Túpac Katari en la
plaza de Peñas. Después de casi un año de encierro,
al amanecer del 5 de septiembre de 1782, el oidor Tadeo Diez de Medina
pronunció la sentencia de muerte, condenándola a ser sacada a la plaza mayor
atada a la cola de un caballo y arrastrada hasta morir cruelmente.
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